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martes, 15 de enero de 2013

La Multiplicidad Interior

En todo ser humano existen varias sub-personalidades o yoes. Solemos creer que somos seres congruentes e integrados, con una identidad única. Sin embargo, al igual que el cuerpo físico, que está formado por diferentes órganos y sistemas, la característica esencial de la psique es la multiplicidad. Además de la familia externa, compuesta por nuestros padres, hermanos y demás parientes, tenemos una familia interna, una comunidad interior multifacética.

Nuestros distintos yoes son relativamente independientes y autónomos. Cada uno tiene sus propias necesidades, impulsos, deseos y opiniones, llegando incluso a diferenciarse en sus gestos y posturas corporales. Algunos forman parte de nuestra identidad consciente, y por lo tanto, los reconocemos con facilidad. Su contraparte son los yoes que existen en la sombra, y que reprimimos por considerarlos peligrosos para nuestra auto-imagen y/o nuestros vínculos con los demás.

Percibir nuestra multiplicidad nos permite comprender cambios de conducta, tanto propios como ajenos, que con frecuencia nos resultan desconcertantes. Es común tomar una decisión, como ponernos a dieta, estudiar inglés o dejar de fumar, para luego abandonar estos proyectos. El “yo de los días lunes”, o el “yo de las resoluciones de Año Nuevo” nos inducen a formular una serie de objetivos que luego descartamos debido a que surgen otros yoes sin intención alguna de lograrlos. Ocurre un proceso similar cuando un hombre o una mujer le dice a su pareja que la ama profundamente, para luego exhibir una serie de actitudes indiferentes o distantes, producto de la emergencia de un yo que no desea la intimidad.
Cada uno de nosotros es una multitud. Se pueden juntar el rebelde y el intelectual, el seductor y el ama de casa, el saboteador y el asceta, el ejecutivo y el vividor, cada uno con su propia mitología, y amontonados con mayor o menor comodidad dentro de una sola persona.

La multiplicidad está compuesta por oposiciones, y al igual que un péndulo, tendemos a oscilar entre los diferentes polos. Toda actitud consciente implica la existencia de su contraparte a nivel de la sombra, y la identificación exclusiva con algunos yoes conduce a la irrupción de los aspectos opuestos para equilibrarnos. Si tiendo a actuar siempre de manera mesurada y ahorrativa, en algún momento aparecerá “la gastadora”; si me polarizo del lado de la bondad y la conciliación, tarde o temprano hará su aparición en escena mi yo contencioso y peleador.

El rechazo de una sub-personalidad impide su evolución. Si repudio a mi yo vulnerable o necesitado, y me identifico exclusivamente con mi yo independiente, mis necesidades insatisfechas seguirán viviendo en la sombra. Por el contrario, si me conecto con él para ver qué necesita y cómo brindárselo, estaré contribuyendo a su transformación potencial.

Descubrir los múltiples aspectos que viven en nuestro interior permite comprender contradicciones aparentes. Contradecir (“decir en contra”) es afirmar aspectos opuestos. Cuando tenemos pensamientos y sentimientos contrapuestos, es común preguntarnos cuál es la verdad; ésta es relativa, y depende del yo que se está expresando.

Reconocer nuestra multiplicidad nos permite renunciar a las identificaciones parciales y limitadas, y abre el camino para descubrir la riqueza oculta de la totalidad de nuestro ser. Es preciso que cada personaje interno tenga su lugar, y en ocasiones puede ser necesario realizar un referéndum, o consulta popular, para ver qué piensa, qué siente y qué necesita cada uno. En tal caso, podríamos escribir una historia que además de expresar el conflicto entre algunos yoes, muestre alternativas para resolverlo.
El Diálogo de Voces, el trabajo de Autoasistencia Psicológica, creado por Norberto Levy, y el Psicodrama son técnicas de gran utilidad para conocernos más plenamente, al igual que la interpretación de los sueños y la imaginación activa

domingo, 13 de enero de 2013

La oración

Cuando oramos, generalmente pedimos ayuda, y ésta llega, aunque no necesariamente de la forma que esperamos. Es preciso ser conscientes de lo que pedimos, no estar apegados a resultados específicos, y confiar en el proceso.

Una oración que considero imprescindible es “Gracias”. El Rabino judío Israel Baal Shem Tov afirmó: “El mundo está lleno de maravillas y milagros, pero tapamos nuestros ojos con las manos, y no los vemos.”

Agradecer todos los dones y milagros de la vida cotidiana es la mejor manera de abrir nuestro corazón y apreciar nuestra existencia.

viernes, 11 de enero de 2013

El silencio y la meditación

El silencio facilita escuchar nuestra verdad interior. Por medio de la reflexión y la contemplación, los deseos de nuestro ego pueden ser trascendidos y convertidos en aceptación – que es diferente a la resignación – de nuestra vida tal como es. La meditación nos permite conectarnos con nuestros aspectos más sabios y trascendentes, con la dimensión espiritual de nuestro ser.

La mente intenta comprender, anticiparse y controlar, mientras que el silencio y la meditación nos permiten ingresar en el misterio y en lo desconocido sin temor.

Para meditar no es indispensable sentarnos en la posición del loto, estudiar ciencias orientales, obtener un mantra personal, o asistir a cursos de visualización, más allá de lo útiles que estas actividades puedan ser.

Lo importante es poder focalizar en la respiración. La manera más simple, sencilla y eficaz para centrarnos y acceder a la calma y la serenidad interiores es la respiración consciente.

Siéntate cómodamente, o si lo prefieres, acuéstate. Comienza a registrar tu respiración, sin intentar modificarla. Simplemente, obsérvala, registrando su ritmo, su frecuencia, si respiras de manera superficial o profunda. La mayoría de las personas tiende a inhalar, o a exhalar, con mayor intensidad. Percibe tu propia manera de respirar.

Luego, comienza a lentificar y a profundizar la respiración. Inhala profundamente, y siente cómo el aire ingresa en tu cuerpo, llevándolo hasta el abdomen, llenando luego tu pecho, sintiendo cómo se expande el diafragma.
Ahora, al exhalar, siente que el aire sale de tu cuerpo desde el abdomen, pasando por el pecho y la garganta. Permítete exhalar plenamente, y si surge, puedes acompañar la exhalación con algún sonido.

En momentos de estrés, ya sea físico, emocional o mental, puedes recurrir a exhalar por la boca, ya que esto permite descargar la tensión de manera más rápida.

La respiración simboliza la renovación: inhalamos energía sanadora, y exhalamos cualquier tensión, emoción y/o pensamiento, accediendo así a un estado de equilibrio y serenidad.

martes, 8 de enero de 2013

Cita de Brooke Medicine Eagle

Cita de Brooke Medicine Eagle: “Permitir que el corazón sea el distribuidor de energía en el planeta; permitir que tu corazón, tus sentimientos, tus emociones distribuyan tu energía; tomar esa energía desde la tierra, desde el cielo, tomarla y distribuirla desde tu corazón, el centro de tu ser – ese es nuestro propósito.”

Cita de Carl Jung

“Las emociones son la fuente principal para volvernos conscientes. No se logra transformar la oscuridad en luz, ni la apatía en movimiento, sin las emociones.”

lunes, 7 de enero de 2013

Taller: Iluminando nuestra sombra


Sábado 26 de enero, de 10:00 a 18:00 horas.

Vacantes limitadas a 12 personas.

El efecto de las proyecciones

Nuestra perspectiva personal tiñe todo lo que creemos registrar como realmente es. Para comenzar a reconocer a la sombra, precisamos darnos cuenta de la gran capacidad para proyectar de la mente, en lugar de arrogarnos certezas que sólo son válidas a nivel subjetivo.

La proyección no es algo malo o bueno, sino, simplemente, una característica de todo ser humano. No es necesario esforzarnos para dejar de proyectar, sino tomar conciencia del efecto de nuestras proyecciones.

Las proyecciones condicionan nuestros vínculos. Vemos en los demás nuestros aspectos proyectados y tendemos a cristalizarlos, ya sea porque atraemos a personas que los espejan, porque interpretamos su comportamiento en función de nuestras características inconscientes, o porque las inducimos a actuarlas. El resultado es una relación ilusoria con los demás, y nuestro entorno se convierte en una réplica de los aspectos desconocidos de nuestro propio ser.

Como afirmó Jung, en el camino de la vida, detrás de infinidad de disfraces, nos encontramos una y otra vez con nosotros mismos.

miércoles, 2 de enero de 2013

Los juicios, las comparaciones y la aceptación

Aceptarnos plenamente – tanto en nuestros aspectos luminosos como en los aspectos de nuestra sombra - requiere dejar de comparar y de juzgar, y renunciar a la necesidad compulsiva de entender inmediatamente todo lo que nos ocurre.

Solemos compararnos con los demás en una especie de competencia constante - actuamos una versión moderna de la reina del cuento de Blancanieves, formulando diariamente la pregunta: “Espejito, espejito, dime: ¿quién es la más bella de todo el reino?”. La cualidad anhelada varía: belleza, inteligencia, fama o poder, pero el deseo subyacente es siempre el mismo: ser los mejores, intentando compensar así sentimientos de inseguridad e inadecuación.

La tendencia a la comparación y el juicio se extiende a todas nuestras experiencias. Como si se tratara de un reflejo condicionado o un tic nervioso incontrolable, comparamos y juzgamos todo: las vacaciones de este año con las del año pasado, nuestro automóvil con el del vecino, nuestra pareja o nuestro nivel de ingresos con los de algún familiar o amigo. Este es un proceso interminable, y el resultado siempre es transitorio, ya que el “triunfo” de hoy suele conducir a la derrota de mañana. Al igual que el patito feo, que sufría porque no era como los demás, la comparación nos impide reconocer nuestra propia belleza.

A su vez, renunciar a entender no significa convertirnos en seres descerebrados, sino dejar de considerar al intelecto como el instrumento básico para nuestra aprehensión del mundo. La necesidad constante de comprender obstruye el contacto con nuestras vivencias, conduce al pensamiento recurrente y dificulta el desarrollo de otras funciones psíquicas, como la sensación y la intuición.

De acuerdo a la Madre Teresa de Calcuta, si nos dedicamos a juzgar a otros (o a nuestras propias características rechazadas) no nos queda tiempo para amar. Aceptar a todas nuestras experiencias y todos nuestros aspectos personales, particularmente nuestra sombra, sin expectativas idealizadas facilita el desarrollo del amor incondicional hacia nosotros mismos y los demás.

Para registrar cuánto nos afectan nuestros juicios y prejuicios, resulta interesante hacer lo que habitualmente detestamos: escuchar música que nos suele parecer desagradable, ver algún programa de televisión que descalificamos, ir a algún lugar que no nos gusta, conversar con alguien a quien consideramos aburrido/a.

Al realizar estas actividades con mente de principiantes, quizás obtengamos resultados sorprendentes, y podamos darnos cuenta así de que nuestras ideas preconcebidas nos impiden estar en el presente, vivirlo tal como es, y apreciar lo que nos puede brindar cada instante.